Presentación de ‘Aniversario’

El próximo miércoles 22 de marzo, a partir de las 20:00 horas, os invitamos a la presentación de Aniversario, el libro de relatos publicado por Agustín Lozano de la Cruz, el librero de Tusitala. Para tan magno evento contaremos con la presencia del autor, que tiene por costumbre estar habitualmente en su propia librería, y del escritor y lector infatigable Carlos Reymán. Al finalizar el acto nos tomaremos un aperitivo a mayor gloria del mundo de las letras.

Aniversario se vale de la muerte, de su certidumbre y de su misterio, para hablarnos de la vida. De la nostalgia de unos jóvenes por el tiempo que no volverá, de la desesperanza de una suicida, del lúcido crepúsculo de un sabio profesor o incluso de las nuevas formas políticas que nuestro tiempo está viendo nacer. Una paleta de caracteres en la que todos encontraremos acomodo de una manera u otra porque, como los personajes del libro, nosotros también sabemos que vamos a morir aunque, a diferencia de ellos, no tenemos tan claro el día del año en que lo haremos.

— del prólogo de Jesús Carrasco.

cartel aniversario

Fetiches en el café

Reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Para algunos la literatura tiene que llevar, forzosamente, a algún sitio, ¿pero adónde? Pues lejos. Sí, pero cómo de lejos. Por eso, en cuanto te devuelven tu libro leído te lo sueltan sin miramientos, con eso no vas a ninguna parte. De acuerdo, pero adónde dices que había que ir… y ya nos quedamos atrapados en el bucle malévolo de la aporía.

A Andrés, este tipo de cosas son las que le encogen de hombros; es, a su manera, un barojiano que ha sacrificado su juventud a la egolatría de hacernos de la vida un cuento, un relato, una rara arqueología de fragmentos azarosos, se entiende que no busca nada, le pasa lo que al otro: encuentra. Debe de ser su natural propensión atlántica a la paradoja la que le predispone al hallazgo continuado de mundos quietos alrededor de la mesa camilla de su casa. Puede pasarle que uno de esos mundos sobreexcitado se salga de la órbita doméstica en la tarde de lecturas y le golpee inopinadamente liberando al inexcusable gato de Schrödinger. Superado un primer instante de aturdimiento se levantará a prepararse un té y ya tenemos cuento.

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Secretos que contar

El próximo miércoles 23 de septiembre, a las 20:30 horas, el poeta Daniel Casado visita Tusitala para presentar su último libro, Secretos que contar (editorial Amargord).

Al finalizar la presentación, nos ofrecerá un concierto el guitarrista Pepe Bustamante.

Por su parte, nuestro amigo y colaborador Carlos Reymán nos invita a leer esta reseña sobre Secretos que contar para conocer un poco mejor la obra de Daniel Casado.

Etimolomías

Reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Pertenece Felipe Zapico a la turba gentil de los poetas expulsados que enfilan sus pasos platónicos contra la República, los poetas que se la tienen jurada al poder de traje invisible cortado a la desmedida convenida, y no callan ni bajo el agua bailable de la intelectualidad adulada y sonera. Pertenece Zapico a la horda de los poetas homéricos cargados de razón y conciencia que en sus idas de acá para allá encontraron la medida del alma humana en un cuenco de sueños. Pertenece el poeta Felipe Zapico al grupo de poetas revolucionarios que dieron por perdidas las revoluciones pendientes (cuesta abajo o cuesta arriba), intermitentes o de luz fija guiando la desbandada, y empiezan a ganar ahora la única posible: La Revolución de la Palabra.

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3 en 1, de Luis Costillo

Reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Un libro es un artiT1lugio complejo que requiere ajustes muy concretos, determinados cálculos que supongan una violación de la fórmula establecida, la construcción de un andamiaje que sostenga toda la relojería giratoria en la que engranen las ideas que penetran la realidad a dentelladas circulares. De esta naturaleza es el último libro de la factoría de heterónimos Heitflab que regenta Luis Costillo: 3-en-uno original. Si no fuese un término excesivamente manido y por tanto agotado, estaría a punto de llamarlo artefacto, pero lo vamos a dejar ahí, en ese eco repetido que nos sugiere una épica antigua del arte, llena de una intencionalidad que contrasta con la actual autocomplacencia del vacío y desenvuelta carencia de contenidos.

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El Verano del Cohete

Una reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Todo el mundo sabe que, para encontrar lectores, lo primero que hay que hacer es una nave espacial. Las naves espaciales suelen ser muy socorridas en literatura porque pueden llevarte de un verano cualquiera hasta el más recóndito de los lectores posibles. El idealismo de algunos astronautas recalcitrantes hace que se empeñen en construir, preferiblemente, un cohete a una nave, y así es como nace la editorial El Verano del Cohete.

¿Y qué es lo que se cuece dentro de ese cohete especial? Básicamente, buenos libros. Cuando Borja González, Mayte Alvarado y Rui Díaz tuvieron la feliz idea de crear su propia editorial, estaban pensando en editar libros para un lector que se pareciese mucho a ellos mismos. Es una forma muy segura de acertar. No es una fórmula infalible, pero son los pasos necesarios que se deben dar por adelantado para ganar algo de terreno: amar la literatura por encima de todo, amar las buenas ilustraciones por encima de todo, amar las buenas historias por encima de todo, cuidar mucho de todo eso por encima de todo. Los libros que salen son los libros que a ellos les gustaría leer si alguien los publicase. Ahora sólo queda que se monten en el cohete y que salgan a nuestro encuentro.

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Todo lo que era sólido

Una reseña de Carlos Reymán Güera para Librería Tusitala

Daba la impresión de que estuviéramos ausentes de la realidad, de que las cosas sucediesen en un plano en el que se nos hacían ininteligibles, andábamos de espaldas (¿todos?). Cuando pudimos ver, no quisimos ver; si alguna vez quisimos, no vimos nada. Y, de pronto, llegó la crisis. Nadie nos avisó: los pocos que lo hicieron fueron tildados inmediatamente de agoreros. La fiesta se había acabado, pero… ¿quiénes estuvieron en esa fiesta?, ¿había habido una fiesta? Parece que sí, y alguien estuvo allí en nuestro nombre.

Teníamos una idea aproximada de dónde veníamos, quiénes habíamos sido, pero hasta el olvido se olvida y, en el mejor de los mundos posibles, es fácil creerse que ya no hay más mundos, que ya no habrá vuelta atrás, que lo habíamos conseguido todo. Los años de primeras alegrías de la libertad compartida, la democracia como un logro reciente que había que cuidar entre todos y los derechos tomando asiento en una sociedad que nunca los había tenido dieron paso a las conductas que hoy nos alarman, que hoy nos parecen intolerables: las de los políticos, las instituciones, la prensa, los poderes, y no digamos la economía (esa abstracción impía que nos acontece, esa presencia intangible como un dios caprichoso, lleno de antojos, de impulsos irracionales). ¿Y dónde estábamos nosotros?

Estaba sucediendo todo delante de nuestras narices y no nos dimos cuenta. Pasamos del sueño al insomnio, acabábamos de iniciar nuestro largo camino hacia las renuncias. Terminó la fiesta y, cuando recogieron todo, descubrieron entre las sillas revueltas un cadáver tendido en el suelo. Ese cadáver era el nuestro. Había un caso abierto, un crimen que esclarecer, estaba claro que iban a intentar ocultarlo, deshacerse de las pruebas, qué más daba, a quién le iba a importar.

Y entonces apareció Antonio Muñoz Molina, todavía no se sabía que iba a ser su año, ese en el que recibiría un premio tras otro. Era aún el mes de febrero, la crisis alcanzaba su apogeo, lo impregnaba todo, había venido para quedarse, era un cambio definitivo… cuando lanzó sobre nuestra mesa su informe en cuerpo de libro: Todo lo que era sólido.

Había hecho falta la improvisación de una agencia de detectives, la construcción de un espejo de evidencias que nos devolviese el reflejo de nuestra propia realidad, nuestra propia imagen. Eran las diligencias de lo reciente, la causa criminal que aún no está cerrada, la investigación concluyente que contiene una denuncia, la que nos concierne a nosotros, la que nos llama imperiosamente a levantarnos, la que apela a nuestra condición de ciudadanos activos, la que nos reclama una vuelta necesaria a la ética, sin que necesariamente tenga que estar adscrita a ninguna ideología de uso ordinario. Llegados a este punto, sobra decir que esta lectura es de las que se suelen computar en la categoría de necesarias.

La chica inclinada

Una reseña de Carlos Reymán Güera para Librería Tusitala

Adentrarse en territorios desconocidos, geografías inexploradas, mundos secretos, esas delicias del aventurarse en los continentes blancos de lo ignorado con la intacta brújula infantil de habernos perdido tantas veces, sólo para descubrir que el viaje éramos nosotros, que quien nos esperaba al final era nuestro propio yo, que toda esa indagación era una forma de autobiografía. Ese es, aproximadamente, el mapa que despliegan François Schuiten y Benoît Peeters en este quinto volumen de Las ciudades oscuras, La chica inclinada, editado por Norma Editorial. El mapa es una sucesión de grabados decimonónicos y daguerrotipos que cuenta tres historias en paralelo marcadas por un misterio que sólo se resolverá en la confluencia de las tres, en el necesario encuentro de los tres personajes centrales: Mary, la chica inclinada; Wappendorf, el científico obsesionado; Desombres, el pintor incomprendido.

Es mi obligación mantener esa intriga en pie, no desvelar los detalles, dejarlo en los puntos suspensivos de las lecturas posibles porque, ya digo, la materia última de la que se nutre el cómic somos nosotros, el reflejo de nuestras propias desazones, las sombras inciertas de una adolescencia aún presente: ¿Quién de nosotros no se ha sentido diferente en este mundo extraño, tan dado a la incomprensión, ajeno a los demás, sin saber el lugar al que pertenecemos? ¿Cuándo queda respondida la pregunta de quiénes somos? Schuiten y Peeters levantan un universo de raras arquitecturas, edificios de estilos híbridos que nos revelan que el tiempo se quedó detenido en un momento indeterminado del inicio de la Revolución Industrial, sólo para darnos respuestas a esas preguntas; un universo, ése, que cumple de forma canónica todos los preceptos del Steampunk, género del que, al fin, podemos saberlo todo, justo ahora que empezamos a nombrarlo.

Hay libros que cumplen, felices, con los mejores tópicos de la buena lectura, no siempre sucede, pero cuando es así uno sólo puede alegrarse de haber tenido la suerte de estar ahí, inclinado sobre La chica inclinada, chico inclinado uno ya para siempre, atrapado en las esferas fantásticas de las fantasías científicas y existenciales de estos dos autores, a los que no vamos a poder dejar de acompañar; tan es así, que acabamos de cruzar La frontera invisible únicamente para perdernos una vez más, sin importarnos si podremos volver o no.