Reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala
No hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena, decía Cervantes por boca de Sansón Carrasco, y con esto quedaba inaugurada la campaña general de fomento de la lectura, aunque la cosa viniese de más lejos, entre Plinio el Joven y su tío Plinio el Viejo andaba ya el asunto. No sé cómo con una tradición tan remota, siendo la gente tan partidaria de las tradiciones, no se lee más, o sí lo sé y no quiero decírmelo y estoy por añadir que ellos se lo pierden, esos que salen en las estadísticas en porcentajes crecientes de no lectores, que no han cogido un libro en todo un año, en varios, que no los compran ni para regalarlos, allá ellos, ellos sabrán… qué pena.
Porque, por poner un ejemplo, qué pasa cuando el libro es bueno, realmente bueno, cuando el libro no sólo está bien escrito y cuenta una historia interesante y sus personajes nos cautivan y entran a formar parte de nuestro bagaje sentimental, cuando ese libro es compendio de un tiempo y en él se multiplican géneros y registros y hay juego de espejos ocultos y entradas a laberintos que conducen a ese centro múltiple que llamamos literatura y cuyo parecido con la vida es innegable.
Pues eso, cuando se produce, es algo que sólo lo podemos saber los lectores, caterva dichosa de gente que está en el secreto de una de las formas que adopta la felicidad en el mundo. Esa es la naturaleza de la que se nutre el último libro publicado por Agustín Lozano de la Cruz, Aniversario, altamente literaria, feliz literatura afanada en contar historias, en narrar un tiempo.
En un mundo tendente a la distopía, en el que el futuro y el pasado son ramificaciones de una misma raíz, los seres humanos morimos el mismo día en que cumplimos los años. Estamos infectados de un virus y cada cumpleaños se presenta como la posibilidad de una muerte segura. Este es el leit motiv del libro, pudiera parecer bien poco y sin embargo Agustín se vale de ello para hacer un retrato generacional tan impecable como implacable, entra y sale de los géneros como quiere, tan pronto un personaje se expresa por medio de un diario, aparece una novela negra, una obra de teatro, homenajes al cine, a la radio…, y todo escrito con veteranía de escritor con algo más que oficio.
En principio se trata de un libro de relatos, pero la corriente de puntos suspensivos que circula debajo del texto nos lleva a una novela que habla de memoria y sueños, de política y de decepción, pero también de esperanza, de amor y poesía, de la vida y de las vidas de tantos de nosotros. Para los amantes de la buena literatura, aquí tenéis vuestro libro, y esos que no leen nunca podrían hacer una excepción teniendo en cuenta que pocas veces recibirán más por menos, y me refiero al precio, claro.