Etimolomías

Reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Pertenece Felipe Zapico a la turba gentil de los poetas expulsados que enfilan sus pasos platónicos contra la República, los poetas que se la tienen jurada al poder de traje invisible cortado a la desmedida convenida, y no callan ni bajo el agua bailable de la intelectualidad adulada y sonera. Pertenece Zapico a la horda de los poetas homéricos cargados de razón y conciencia que en sus idas de acá para allá encontraron la medida del alma humana en un cuenco de sueños. Pertenece el poeta Felipe Zapico al grupo de poetas revolucionarios que dieron por perdidas las revoluciones pendientes (cuesta abajo o cuesta arriba), intermitentes o de luz fija guiando la desbandada, y empiezan a ganar ahora la única posible: La Revolución de la Palabra.

Presentación en Tusitala

De todo esto hay, y mucho más, en su último libro Etimolomías, publicado por la editorial Ebookprofeno, recopilación de tanto bueno como tiene nuestro «anartista» inclasificable; dice él que se trata de sus «sobras incompletas». Las sobras son en nuestras vidas de capital importancia, aún está pendiente de realizarse su justa loa, la loa de las sobras recalentadas, de las cenas de guisos de ayer, de los guisos de restos de cenas. Si somos nuestros desechos y nos alimentamos de sobras, lo menos que podemos hacer es leerlas, más que nada por rehumanizarnos, porque esa es la raíz última de este suculento plato combinado, plato de merluza lírica a la romana con fritura de carpe diem que nos espera a la vuelta de la madrugada con hambre.

Vivimos los mejores peores tiempos para la poesía porque todo viene a ser madrugada y hambre, y en el reverso de este panorama continuo se adivina ese mercado de engaños donde alguien ya nos ha vendido. Abrimos el libro al azar por adentrarnos en ese mundo de juegos comunicantes que nos aleje acercándonos a las batallas diarias por su flanco más bello. La belleza la pone formalmente la diseñadora Sol Cabañas, que le ha dado a todo un color de vanguardia renovada, un eco caligramático en el que se deshojan códigos de canciones ocultas, espirales versiculares como rosquillas de anís en las que serpentea el brillo de una palabra que muerde, todo ese andamiaje tipográfico sobre el que se sustenta la verdad de los textos, las letras capitulares como puertas abiertas a la mejor de las literaturas, la poesía y la prosa de Felipe Zapico creciendo en abrazos, creciendo en bonhomía.

Se cierra la introducción a Etimolomías con un ¡buen provecho!. Si me lo permiten, yo voy a repetir. Y además, están invitados.