Descubrimiento del continente Luis Sáez

Una reseña de Carlos Reymán Güera para Librería Tusitala

El siglo XX como continente fracturado, la deriva continental de un tiempo colisionando entre sí, placas tectónicas deslizándose hacia la bruma de la memoria, contornos difusos de una pangea improbable disuelta en lejanías, sedimentos de masas de tierra que se depositan sobre este lado del hoy y conforman ese amplio horizonte de hechos comprobados al que han dado en llamar olvido. Los primeros días del confinamiento puse sobre mi mesa tres libros de Luis Sáez Delgado: Animales melancólicos, Un duelo privado y Descubrimiento del continente negro; y me dispuse a cruzar toda esa geografía inexplorada que se abría ante mí con la sola promesa de lo desconocido.

Las cosas hay que hacerlas bien. Si de estar encerrado se trata no hay como hacerlo entre libros, con libros, en libros… y dejar que pase lo inesperado, como por ejemplo me ha pasado a mí, que he descubierto un continente literario entero para mí solo (que, por supuesto, quiero compartir con vosotros), entre estas cuatro paredes que vagan en su día sin fecha, balanceándose en una quietud inquietante de silencios que a veces espanta las caceroladas, pájaros de mal agüero, y otras los aplausos, único momento en que hay que dejar de leer.

No sabría decir si a Luis Sáez le ha salido sin querer, o ha sido completamente deliberado, buscado de una forma bien estudiada, una trilogía fascinada y fascinante de casi todo el siglo XX, lo que va desde sus inicios hasta la caída del muro de Berlín, momento en que la Historia deja de escribirse, los continentes se repliegan sobre sí mismos reinventándose en furibundas sociedades neoliberales, réplicas capitalistas de un sistema que ha contagiado al mundo.

En el comienzo del siglo pasado Extremadura siente nostalgia de una Arcadia inexistente, producto del anhelo de lo que nunca se tuvo y cuya invención altera el ánimo de una gran cantidad de escritores extremeños que se entregan, con cierto regusto de victimismo orgulloso, a la melancolía regionalista. Luis Sáez, nuestro Alfred Wegener, pone todos los apuntes de su trabajo de campo a disposición de un magnífico ensayo en el que los fragmentos, las lecturas, las oportunas aclaraciones, los inestimables puntos de vista del autor, van concordando más que una tesis una mirada, la novela de una mirada rebosante de ternura, por decirlo de manera galdosiana, de misericordia, de absoluta misericordia hacia todas aquellas criaturas extraviadas, fatalmente letraheridas.

Toda esa emoción equivocada, que en otras latitudes tuvo distintas consecuencias, de Animales melancólicos (Los libros del oeste), no podía más que desembocar, en el siguiente tercio del siglo, en nuestra nunca suficientemente subrayada como terrible Guerra Civil, a pesar del empeño de algunos por reconvertirla en otra Arcadia imposible (¡ay, la épica de los discursos y los discursos de la épica!).

Un duelo privado, subtitulado Notas sobre el exilio como literatura de viajes (Editora regional de Extremadura), prácticamente un compendio de géneros literarios que se confunden, se mezclan y entremezclan creándose y recreándose, que tiene mucho de esos libros sobre libros y escritores que tanto le gusta escribir a Enrique Vila-Matas, pero con una voz narrativa muy distinta, novela de voces, graves, serias, que entre todas ellas suman una sola voz de dolor, el dolor de la pérdida.

Pasando por los nacionalismos periféricos y sus cantores, siguiendo la escritura apasionada de rabia de quienes perdieron la patria en la guerra, Luis Sáez no suelta el hilo del tiempo en el que vibra el siglo XX y continúa su indagación, su exploración, la profunda aventura que supone siempre todo intento de comprender, y retoma su cámara particular donde finalizó la secuencia anterior, en el momento en que comienza la década de los cincuenta y el mundo todavía conservaba una cierta inocencia, se aferraba a algo parecido a la esperanza.

Descubrimiento del continente negro (de la luna libros, colección Lunas de oriente, relatos), es ya el libro de un maestro absoluto de la fabulación, de un escritor dueño de un estilo propio preciso, claro, bien definido, con una enorme capacidad para maniobrar en el movedizo terreno de las erudiciones varias, seleccionando con buena mano los detalles, datos jugosos y representativos, como puntos sueltos sin numerar que tiene que unir el lector para construir/reconstruir una historia, la historia oculta tras la Historia, la Historia encerrada en una historia que habla de la verdad de un tiempo, de la mentira de la verdad de un tiempo, del tiempo de la mentira de la verdad.

Ahora en unos días volveremos a las calles tímidamente, o quizá no tanto. Habrá que volver a las ferreterías y a los establecimientos para el arreglo de calzados. Quemaremos fases y desfases; dará gusto volver a vernos, volver a conocernos. No se os olvide pasaros por las librerías, sobre todo por la de Tusitala, siempre con cita previa, desde luego. Comprad libros, llevaos mundos, geografías, vidas, continentes, como estos de Luis Sáez Delgado que explican todo un tiempo que aún hoy produce una gran perplejidad, y que a su vez explican el ahora.

Carlos Reymán Güera