El hombre que plantaba árboles

“Imagino que Jean Giono habrá plantado no pocos árboles a lo largo de su vida. Sólo quien ha cavado la tierra para acomodar una raíz o la promesa de ésta podría haber escrito la singularísima narración que es El hombre que plantaba árboles, una indiscutible proeza en el arte de contar”.
José Saramago.

 

Pocas veces tenemos la oportunidad de disfrutar de un libro que, a medida que se recorren sus páginas, se convierte en todo un alegato por la vida. El hombre que plantaba árboles podría leerse como una versión abreviada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hay en esta obra un cuento, una parábola, un eco de lo que, siendo ya necesario en la primera mitad del siglo veinte, que es el tiempo que abarca la narración, se antoja ahora por completo imprescindible.

Jean Giono, en apariencia, ofrece poco más que el desarrollo de un breve relato ya contenido en el título, pues esta no es otra que la historia de un hombre que plantaba árboles. Una historia tan sencilla como sólida, que sienta como una bofetada, que bien puede hacernos despertar del letargo de cemento y alquitrán que lleva tantas décadas apoderándose de nosotros. Se navega por El hombre que plantaba árboles como por un río de aguas tranquilas, sin sobresaltos, anticipándose el final de la travesía porque todos sabemos cómo acaban estas historias, acaban bien, y tal vez por eso nos cuesta tanto ponerlas en práctica.

La editorial Duomo y el ilustrador Joëlle Jolivet, por añadidura, han hecho un trabajo también sencillo, hasta se diría que obvio, para conseguir que este cuento habite muchas más casas y mesillas y estanterías: han plantado árboles dentro del libro, árboles desplegables, ojalá los de tronco y ramas fueran tan fáciles de plantar como estos que, de alguna manera, son sus retoños. Ahora nos toca a nosotros distribuir las semillas de El hombre que plantaba árboles por tierra, mar y aire, por todas partes.

Abríamos esta reseña con José Saramago, y la cerramos con él: “Estamos esperando a Elzéard Bouffier [el hombre que plantaba árboles], antes de que sea demasiado tarde para el mundo”.