El jueves 6 de febrero a las 20h, en una presentación organizada por la Asociación Matilde Landa, Isaac Rosa acudirá a Tusitala para presentar La habitación oscura. Ofrecemos aquí, a modo de aperitivo, esta reseña sobre la novela.
La habitación oscura es un libro de lectura intensa, incómoda, desasosegante. Un libro que se te agarra a las manos y del que cuesta escapar, como si también el lector necesitara buscar a tientas ese cuarto sin luz donde alejarse de todo y de todos. Lo más destacable, sin embargo, es que en su primera parte se produce una inversión del mecanismo de la novela: en lugar de escoger una o varias vidas, de individualizar las posibles experiencias de alguien para convertirlo en protagonista de la narración, Isaac Rosa se dedica a crear una amalgama con los lugares comunes que configuran las vidas de mi generación, que es la suya, constituyendo así la habitación oscura, el núcleo de esa amalgama de deseos, sueños, derrotas y rutinas que formamos al pasar por la vida.
Durante las primeras cincuenta páginas de la obra no hay personajes con nombre propio, no hay más que un tú al que el libro interpela, invitándole a entrar en la habitación oscura. Tal vez sea esta estructura narrativa una manera de desprestigiar nuestro ego, de subrayar que los treintañeros españoles de clase media somos legión, pobres extras de una telecomedia barata, intercambiables unos por otros en nuestra pretendida singularidad. Así pues, La habitación oscura funciona como opuesto a las habituales autoficciones y spleens y retratos generacionales donde se juega a mejorar una de tantas vidas mediocres y a convertirla en protagonista de algo, donde se apuesta por que el lector se identifique con el personaje principal en la medida en que, como él, aún guarda la esperanza de destacar por encima de la media.
Hay también, más allá de ese mecanismo disyuntor de egos, una trama política y de espionaje en La habitación oscura, necesaria quizá para facilitar al lector el tránsito por sus páginas, pero que irremediablemente lleva la obra hacia un terreno más convencional, menos deslumbrante. No importa, porque a esas alturas el libro ya ha logrado su objetivo, ya ha torpedeado la comodidad de quienes aún seguíamos pensando que la vida iba a ser un plácido tránsito de éxitos, de bienestar, de proyectos cumplidos.