Una reseña de Carlos Reymán para librería Tusitala
Fuera del alcance del poder y de las listas de ventas, mientras los siempre jóvenes viejos poetas hacen el más vacío todavía y se ponen a rueda de la enredada poesía de la red, con sus grandes cantores de la nada y otros coloquialismos poéticos, 200.000 suscriptores por banda, viento en popa hacia el Planeta (Lorca diría hoy, “la poesía no quiere seguidores, quiere amantes); en tanto las editoriales se vuelven a frotar las manos porque la poesía también se vende y cómo, algunos poetas, pocos para los muchos que hay, han entendido que tenían que seguir a lo suyo, sin cejar en el empeño cuando más los ninguneaban, cuando más palos les daba la crítica, poetas intratables que solo trataban con la poesía, sin intermediarios, sin intendentes interesados ni gerentes de la injerencia ni toda la baja alta gama de zascandiles que van del tonto útil al tonto solemne, pájaros que, por instinto, gustan de anidar en las concejalías de cultura.
Hablo, claro, de Antonio Orihuela como uno de esos poetas de la resistencia, resistencia en la tierra, probablemente una de las voces más honda y verdadera de la poesía española, en el caso de que eso se pudiera cifrar, lo hondo, lo verdadero, la poesía, lo español, lo probable.
En octubre lanzaba la Editora Regional de Extremadura una antología personalísima confeccionada por Santiago Alba Rico de todos los poetas que hay en Antonio, la pequeña multitud que conforma a este poeta situado en el extremo de las voces que nadie escucha y cuyo eco resulta la suma de un nosotros. El resultado ha sido magnífico, un prólogo que pone de manifiesto la aguda inteligencia visual de Alba Rico y una acertada selección de poemas que bien dan una panorámica completa, cabal, de la ya ingente obra de Orihuela. Válido tanto para quien se aproxima por primera vez como para quien quiera llevarlo de un sitio a otro como un mapa de la derrota que nos sitúa sobre las palabras justas que aún ayudan a levantar la dignidad, la compasión, la libertad, la hermosura.
En este travelling sentimental, como de elctroduende rebelde de la lectura, hemos salido retratados junto a un tiempo ido que no siempre fue nuestro, pero que da una idea clara de lo que pudo ser la pelea y no fue, de lo que es la pelea y no ha sido, conato de insurgencia con la que nos quisimos/queremos defender de tanta insoportable injusticia, ahí estamos, está lo mejor de nosotros, si es verdad que alguna vez fuimos bellos y buenos, que algún día lo seremos.
Antonio Orihuela, que ha escrito por no pegarse un tiro, también ha sabido arder como muy pocos en el poema, fuego fatuo, ave fénix, fuego amigo, a esa hoguera nos hemos acercado unas veces para calentarnos solo las manos y otras para quemarnos los ojos y empezar a ver de verdad. Qué tarde se nos ha hecho, sí, cierto, ahora que todavía estamos a tiempo.