Segundas y terceras miradas sobre ‘La segunda mirada’, de Daniel Casado

segundamiradaUna reseña de Carlos Reymán para Librería Tusitala

Es un poco molesto vivir bajo este manto de la sospecha con el que nos quieren cubrir a todos, somos ese país donde la mejor forma de acierto está en pensar mal. Vaya por delante que tengo entre mis mejores amigos a Daniel Casado, quien nunca me ha concedido un premio literario o cosa parecida, ni yo a él, aunque he de reconocer que se los daría todos. Continuando con la lógica de la transparencia que, a pesar de que molesta, entiendo, me veo obligado a admitir que me he sentido enormemente halagado por la dedicatoria del poema Entomología que comparto ex aequo con nuestro José Manuel Díez en este libro absolutamente magnífico, vaya por delante la intención de disipar las sospechas pero también las dudas.

Hay más, no obstante: Daniel acaba de publicar en la Editora Regional una antología de poetas extremeños, Piedra de toque. Se trata de una de esas fotos panorámicas en la que se puede observar el movimiento de los poetas, ver el recorrido tanto a las espaldas como el que se les promete por delante. Creo que el retrato no le ha salido mal, que tanto la perspectiva como el revelado son más que dignos y que todo ese empeño de casi dos años de trabajo ha respondido a una idea clara de la generosidad y del amor a la literatura; ahora bien, en el prólogo con el que abre Daniel su antología me incluye en una lista de autores que por edad no hemos podido ser antologados en esta ocasión, aunque hayamos contraídos méritos literarios (siempre según Daniel) suficientes. Se comprenderá que le guarde una gratitud inmarcesible por esa consideración con la que me veo obligado a discrepar más por marxista de los hermanos Marx que por una inclinación irremediable a la inevitable captatio benevolentiae: “Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”.

Y bien, así están las cosas entre Daniel Casado y yo, políticas poéticas al margen o poéticas políticas, si se prefiere. Creo que lo mejor que nos puede pasar con un amigo al que se le quiere es que además se le admire, pero que todo eso no sea un impedimento para ver y mirar en su obra con total y absoluta limpieza. No sabría decir ahora con exactitud cuántas veces habré leído este verano La segunda mirada,pero anduvo conmigo de un lado para otro, alternada su lectura con otros libros, poemas sueltos que uno se llevaba a la playa como libro de instrucciones para aprender a ver el horizonte. Qué bien se entiende Daniel con la naturaleza última de la poesía y su relación silenciosa con todo.

No es Casado, aunque lo parezca, uno de esos poetas que se reinventan en cada nuevo poemario y para conseguirlo se visten de un poeta distinto, es Daniel siempre un mismo poeta a quien en realidad la poesía misma se le aparece en sus distintas formas cada vez. Quiero decir que hay poetas que buscan la poesía como hay poetas a los que la poesía los busca: Daniel pertenece a estos últimos. Aclaro: no es lo mismo elegirse como poeta que ser un poeta elegido. Digo todo esto porque no se hallará en toda la obra de Casado nada dejado al albur ni a la gratuidad, todo responde a un propósito firme, a una sola idea, a una sola razón poética. ¿Cuál sería la de este último libro? La poesía como aprendizaje y sanación, ahí es nada.

Toda la historia del arte está adoquinada de estas mismas piedras tan bien intencionadas como tantas veces fallidas, y sin embargo en esta ocasión tengo para mí que el bueno de Daniel ha acertado plenamente. ¿A qué se debe, cómo es posible que un libro de poemas en el que canta el eco de la profundidad de unas canciones nuevas nos vaya a sanar, a curar de nada? ¿Qué lección es esa que se nos promete? No revelaré nada, querido futuro lector de este libro, solo te puedo añadir que Daniel ha buscado en nuestro corazón a su único interlocutor válido, lugar donde, como muy bien nos enseñó María Zambrano, reside la inteligencia.